jueves, 1 de diciembre de 2016

LA PREVIA - EL AMANECER ZULÚ

LA PREVIA: EL AMANECER ZULÚ:









“CUCODESAFIO2016: AMANECER ZULÚ”

(Atención, rollo prescindible...)


La humanidad busca de manera incansable y perspicaz nuevos universos allende del nuestro porque ya hace muchos telediarios que esta parcelita azul se nos quedó escasa. Pero no siempre fue así. Un tiempo hubo en el que en algunas partes de este planeta las cosas se hacían como siempre, tal y como la memoria de los más sabios por longevos lograba explicar a la lumbre de la fogata, exactamente igual, de hecho, que hubieron hecho sus ancestros miles de años atrás.

En ese tiempo, el progreso y la modernidad no había todavía prostituido de forma tan lamentable una manera de relacionarse con la naturaleza de igual a igual, con respeto, sabiéndola imprescindible para el hombre pero frágil precisamente por su culpa. Hoy día la explotación de los recursos es absolutamente global y alcanza a cada uno de los rincones del globo y las pocas comunidades humanas que queremos creer vírgenes en realidad no lo son, sólo son pobres. Algunos realitys televisivos nos venden una idílica imagen de poblados aislados en medio de la selva donde todo es auténtico todavía. Desgraciadamente, cuando las cámaras se retiran todos se enfundan sus vaqueros y su camiseta de AC/DC, encienden los móviles, los generadores y la parabólica y conectan la tele para ver la final. En cualquier yurta aisladamente plantada en medio de la árida y desangelada estepa de la Mongolia más salvaje tal vez te sabrían decir, muy amablemente, el número de goles que lleva marcados Messi este año. Créeme, ya estuve allí.

Pero ese progreso, esa modernidad, esa superioridad técnica no siempre desplegó su manto sobre nuestro orbe fruto del simple conocimiento compartido sino que a veces, las muchas, fue impuesto con la fuerza de la violencia más cruel, por ejemplo en aquello que se dio en llamar “la conquista” como os comenté en un ya lejano 2012 cuando iba a empezar mi propio y personal “descubrimiento” del Continente Americano (http://cucodesafio2012.blogspot.com.es/…/dia-0-el-nuevo-mun…). Pero, como ya os contaba entonces, de poco sirvió la resistencia valerosa (desgraciadamente contra la gripe nada pudieron hacer) del mundo autóctono americano a la invasión tecnológicamente superior de las hordas europeas (españolas, portuguesas, inglesas, francesas y holandesas especialmente dependiendo de la latitud). Lo cierto es que siglos más adelante el progreso ha seguido hasta hace relativamente pocas centurias o incluso décadas imponiéndose y chocando con una visión todavía romántica de la existencia (a medida que la totalidad de la Tierra ha sido requerida para dar hasta su última gota de sangre en aras de este progreso que cabalga de manera suicida hacia nuestra autofagotización). Sí, he dicho visión romántica; aquella clase de romanticismo vital que sentimos al ver en “Last Samurai” a los guerreros tradicionales nipones enfrentarse en su última carga a la muerte segura ante la incapacidad de sus corazas de contener los boquetes que hace una enorme bala de hasta 12 milímetros que avanza con mortal intención desde varios cientos de metros más allá (donde las flechas propias nunca llegarían) disparada por una ametralladora Gatling. El mismo romanticismo de pensar que por una vez, probablemente la última, los guerreros sioux del jefe Caballo Loco supieron gritar al mundo en Little Bighorn, a costa de dar cuenta del 7º Regimiento de Caballería de George Amstrong Cúster, que la tierra donde uno vive en realidad no es de nadie, que simplemente la ocupamos antes y después que otros muchos. También el mismo y triste romanticismo que vemos apagarse en los ojos de un indígena Awá cuando descubre anonadado que la selva que lo acogía queda destruida ante el imparable paso de los monstruos de acero, las enormes excavadoras de los colonos y madereros que de manera inexorable deforestan ni más ni menos que la Amazonía.

A un hecho parecido quiero referirme hoy, a uno que tal vez muchos no conozcan porque en este caso la película nos queda algo antigua para las nuevas generaciones: “Amanecer Zulú” (Zulu Dawn-1979). Los hechos suceden en la actual Sudáfrica cuando los políticos y arrogantes militares de la Corona Británica que habían ocupado la región buscaron una excusa para invadir Zululandia (no, no me lo he inventado...) y extinguir de hecho a los Zulúes ya que querían construir, justo en donde ellos vivían, una nueva vía comercial hacia las explotaciones mineras. Como molestaban, se les dio un ultimátum para que disolvieran su Reino y antes incluso de que expirara el plazo concedido para contestar ya había empezado la campaña militar dirigida a invadirlos y aniquilarlos. Total, si eran cuatro salvajes con taparrabos harapientos que blandían lanzas y escudos; nada tenían que hacer ante el moderno y bien pertrechado ejército británico de ya avanzado el siglo XIX (1878). Ni por un momento los oficiales ingleses creyeron en la posibilidad de que sus fusiles de calibre 45, capaces de tumbar a un elefante, sus mosquetones y sus revólveres (amén de la artillería) tuvieran nada que temer frente a las Ikwla (las lanzas cortas zulúes cuyo nombre deriva del ruido de succión que hacen al ser extraídas del cuerpo de los enemigos…). En realidad, todo sea dicho, los militares profesionales ingleses se morían de ganas de desplegar su tecnología y superioridad militar y hasta entonces los zulúes habían rechazado todas las batallas. Era la hora de demostrar como la modernidad europea aplastaba a la antigüedad africana y la mandaba de una vez por todas al cajón de la historia. En un alto en su avance mandaron al grueso de la fuerza por delante a por el enemigo y tan sobrados estaban que ni siquiera fortificaron el campamento. ¿Para qué?

Pero aquello es África señores, donde uno nunca sabe lo que puede pasar, donde los objetos tienen alma propia y los hombres todavía llevan dentro el espíritu de un cazador ancestral, de un auténtico guerrero capaz de correr hasta el agotamiento máximo, de sufrir toda clase de calamidades, sed o hambre hasta el extremo o de aguantar cualquier clima inmisericorde y convertirse en una piedra si es necesario. Una clase de guerrero que sin duda en occidente ya hemos olvidado pues somos materialmente incapaces ni siquiera de andar descalzos en la naturaleza.

Lo que sucedió a pies del Monte Isandlwana (“pequeña casa”) no estaba previsto, pero aún así ocurrió. Fue la mayor y tal vez última vez en que una fuerza militar moderna profesional dotada de armas de fuego fue superada por guerreros tradicionales. La derrota y aniquilación de los 1.800 británicos se pudo dar porque los 20.000 zulúes que habían estado agachados en silencio en un terraplén de golpe se abalanzaron, en formación de cuernos de búfalo, como una auténtica marabunta blandiendo sus lanzas y escudos al grito de ¡Usuthu! No hicieron prisioneros. Ninguno. Los muy pocos que tuvieron suerte justo pudieron arrastrarse hasta el río para escapar y contarlo. Los guerreros destriparon el cuerpo de los vencidos para que sus almas pudieran liberarse y se ensañaron especialmente con los jóvenes tamborileros a quienes creían poseídos.

Esa victoria zulú, aunque fuera sólo una batalla más de otras muchas que sucedieron (justo el mismo día unos kilómetros más allá 140 británicos heroicos aguantaron el asedio de 4.000 zulúes (película “Zulú”- 1964)), queda en la historia como un recordatorio de la necesidad de cualquiera que se enfrenta a una empresa en este continente riguroso de no dar nada por sentado y de saber respetar y temer, a partes iguales, la naturaleza todavía indómita de esta parte de nuestro planeta. Y en eso ando yo ahora (si habéis aguantado hasta aquí esta paliza habéis merecido saberlo… ) Ha llegado el momento de mi Amanecer Zulú, de que yo también me enfrente con mis demonios y con esta tierra, y que lo haga con humildad pero también con determinación.
A pesar de mis anteriores cuatro visitas al continente africano lo cierto es que sigue siendo un gran desconocido para mí. No obstante, sí os diré que África se respira desde el primer momento, se huele, se ve, se puede casi palpar. Es una cuestión de intensidad. Los olores, los colores, el clima, la relación con la gente. Todo tiene una imprenta que te atrapa sin remedio y que no puede dejarte indiferente. No puedes luchar con ello, debes adaptarte tan bien como sepas o puedas.

Muchos conocéis que cada dos años intento salir a darme una vueltecita en moto (los “Cucodesafíos”) por alguna parte del globo (y lo que es peor, contároslo…) pero este año que ya se nos acaba por diversos motivos familiares, sobretodo médicos, no ha sido hasta ahora que se me ha abierto una ventanita para en diciembre poder dar rienda suelta a mis ansias egoístas (que tengo el mono hace tiempo, vamos…). La cuestión es que va a ser un viaje bastante improvisado con escasos dos meses de preparación (suelo invertir en ello un año…) y además me pilla en plena época estival de lluvias (a 44 grados tal vez…). Es decir, calor, agua (y barro…) como ya me pasara en Panamá, Costa Rica o México, o también aunque menos hace dos años en la India en época de Monzones. Pero “pallá” que iré si nada se tuerce hasta principios de diciembre (Toquemos Madera/Ojalá/Dios lo quiera/Inshallah/…, a escoger según preferencias de cada cual).

Se trata de explorar un poco la franja llamada África Meridional o Austral, es decir el Sur de África, y ya iréis viendo más adelante en concreto por donde intentaré moverme durante casi un mes con una moto de alquiler, yo sólo conmigo mismo como casi siempre y esta vez sin sponsors ni paripé mediático. Eso sí, están garantizadas las tiradas inhumanas para ver todo a mi paso y la prisa corriendo como Uncas en The Last of Mohicans (musiquilla inspiradora incluida…) para intentar llegar a tiempo al vuelo de regreso tras un círculo de unos 12.000 km. Os avisaré cuando empiece y ya si eso “aluego” os cuento si consigo volver a casa en vez de acabar en la olla de una tribu de las de Tarzán o, más realista, si no me descerrajan dos tiros en cualquier suburbio surafricano…

Sea como fuere, la suerte está echada (Alea jacta est), larga vida a la Aventura! y vosotros que lo veáis…


Cuco.

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